Más allá del oscuro cielo
del que penden las estrellas,
un cometa solitario, sin órbita, inalcanzable,
luminoso de siglos brilla a lo lejos.
Estremecido mi mundo
en un delirio resguardé algunas lágrimas,
las que no pude llorar, sin permitirles socavar
el parpadeo de su tenue luz que débil viajaba
entre la inmensidad del orbe.
Los astros son sus aliados,
conocedores de los restos siderales
de sus desventuradas horas, de su soledad cósmica,
cómplices de vueltas al sol.
Por las noches un exiguo rayo dorado cruza el umbral,
el temeroso deseo se escapa,
viene a posarse sin miedo
ante estos cansados
ojos.
_
Franklin pire
V/III/MMXV